jueves, octubre 12

Una simple carta

Estoy furiosa. Hoy finalmente vino Archie a recoger a Annie. George venía con él, y me pidió que disculpara al "Señor William", quien no había podido venir. Me entregó una carta de su parte, que yo leí de inmediato trepada en el Padre Árbol, aprovechando que Annie y Patty aún no terminaban de empacar y despedirse.

La verdad es que es una carta muy bonita, pero mi primera reacción fue enojarme. ¿No es acaso un acto de cobardía el comunicarse por carta en lugar de venir a decirme a mi cara lo que le sucede? Aunque creo que yo no sabría como reaccionar si Albert me estuviera diciendo de frente las cosas que me cuenta en la carta... Dice que soy su única amiga, que no quiere perderme. Añade que hace mucho se enamoró de mí, pero que no desea pedirme que yo le corresponda.

¿Por qué no? ¿Es que no puedo enamorarme yo también de él? Albert, ¡eres un tonto! ¿Crees que todo puede volver a ser igual que antes? ¿Que yo puedo estar otra vez a tu lado sin que me acuerde del beso que me diste? Tan sólo de pensar en volver a verte me gira la cabeza, y tú, ¿me pides ser sólo tu amiga? Si quieres amistades, diviértete con Poupée. ¡Aaaah! Me cuesta contener la rabia y disimular, pero tuve que hacerlo al despedirme de mis amigas.

Ya sé que cuando estoy enojada no debo tomar decisiones, así que no respondí a su carta. Él tampoco lo solicitó. Tal parece que espera que yo me tome mi tiempo, pero no me siento con deseos de esperar. Yo quiero estar con Albert, y no simplemente como su amiga, ni su pupula ni su hermana. El problema es, ¿cómo se lo digo? No sé qué hacer ni a quién pedirle consejo.

lunes, octubre 9

Sentimientos Encontrados

No puedo dejar de pensar en ese beso, en qué significó
para él y en qué significa realmente para mí. Ni en
qué diantres hacer cuando vea a Albert de nuevo.
Mientras juego con los niños del Hogar, cada vez que
mi mirada o que mis pasos se dirigen sin querer hacia
la colina, no puedo evitar rememorar ese momento, con lujo de
detalles, hasta me ruborizo y los niños me miran
extrañados. Cada vez que un niño me sonríe feliz y que
sus ojos le brillan, recuerdo la sonrisa de Albert mientras corría hacia
sus brazos. Cada vez que uno de los niños hace alguna
picardía y rehuye mi mirada, no puedo evitar recordar
cuando almorzábamos y yo rehuía la mirada de Albert,
aún cuando en el fondo moría por mirarlo, adivinar qué
pensaba. Albert, ¡no sé si quererte más o si estar fastidiada
contigo por lo del beso!

El otro día la Hermana María me reprendió por regresar
muy tarde al Hogar. Salí de paseo, sola, para tratar
de poner mis ideas en orden, el tiempo se pasó volando
y en verdad ya estaba oscuro cuando regresé al Hogar.
Conozco muy bien el bosque por aquí, no había forma de
que me perdiera ni me acechaba peligro alguno. Sin
embargo la Hermana estaba muy molesta conmigo. No dije
nada mientras me reprendía, pero supongo que cayó en
cuenta de que me estaba hablando como cuando era
una chiquilla porque eventualmente calló y entonces,
más dulcemente me dijo: "Candy, no pretendo tratarte como
niña, ya eres una mujer, e independiente. Quizás mi
reacción haya sido exagerada... Pero tú sabes, a veces
el temor de que algo malo le ocurra a alguien o algo
que queremos, nos hace enojarnos. Pero ese enojo
muchas veces no es tal, muchas es sólo nuestra
angustia que se manifiesta de esa manera"”.
Sin querer, sus palabras aclararon algunos de mis
sentimientos encontrados respecto a Albert y al
dichoso beso.

Por momentos pienso en el beso y siento esas
cosquillas en la boca del estómago y un tremendo deseo
de ver a Albert, de abrazarlo... incluso deseo que me
bese de nuevo. Pero dos segundos más tarde, siento
fastidio, casi enojo, cuando pienso en “lo que hizo”.
No le veía sentido a esos cambios abruptos de ánimo y
emociones, pero ahora creo que me entiendo un poquito
más.

En realidad no estoy enojada con Albert. Si por
momentos siento fastidio hacia lo que hizo, en el
fondo es porque él me importa
tanto, tanto, que tengo terror de perderlo... terror
de que lo que ocurra de aquí en adelante nos lleve a
alejarnos, a perder la amistad tan preciosa que
teníamos.

Sí, el beso me gustó. Me gustó. Y mucho. ¡Mucho! Ya no
puedo engañarme a mí misma.
Lo que me frustra, enoja, aterra, es que eso cambió
algo en mí, en nosotros, y yo temo no saber ser
espontánea con él cuando lo vea,
temo no poder actuar con naturalidad con él, no como
antes. Y temo que él tampoco. Aquel día parecía
bastante nervioso cuando me preguntó si estaba
enfadada con él y a lo largo de toda esa tarde tuve la
sensación de que se sentía un poco incómodo cerca de
mi, pero que me quería hablar igual.
Eso es lo que temo. Que cuando nos veamos, ya no
podamos mirarnos a los ojos como antes, actuar con la
naturalidad de siempre.

El beso fue hermoso, pero el miedo de que sea la causa
de que nos distanciemos me angustia, y por lo mismo,
me enoja. Yo no podré evitar el tema, o hacer como que no pasó
nada cuando lo vea de nuevo, al menos al principio. Y
por eso aún sigo aquí, en el Hogar, aún cuando otra
parte de mí me grita a toda voz que vuelva a Lakewood,
que esté con él porque estar en el Hogar es lindo sólo
si sé que que puedo volver a él, sobretodo cuando me
parece sentir la calidez y dulzura de esos labios
sobre los míos, el ligero temblor en su abrazo y en
mis piernas cuando lo sentí tan cerca.

Pero luego enseguida el corazón me da un vuelco
pensando que quizás ese mismo instante pudo haber
marcado el final de nuestra amistad, que quizás nunca
tengamos lo que tuvimos.



Contribuido por Elena

sábado, octubre 7

En el Hogar de Pony

Aquí estoy, pasando unos días maravillosos junto a mis
queridas madres y a los niños. Realmente disfruto cada
instante, pero a la vez añoro los días en Lakewood. En
realidad, extraño a Albert, a las tardes junto a él en
la gran casa, a los paseos por el jardín y la idas a
la cabaña del bosque.

Es tragicómico, pero es que me muero de ganas pero
también de miedo de ver a Albert. Es por eso que aún
no he tomado ninguna decisión sobre cuánto tiempo más
quedarme en el Hogar ni que me he animado a
escribirle.

Es que quiero verlo, pero no sé qué hacer cuando
finalmente vuelva a estar frente a él. Es que ahora
todo es diferente, al menos para mí. Supongo que para
él también.

Siento una dicha profunda pero también mucha angustia
cuando pienso en ese beso en la colina. Cuando me
abrazó y besó dulcemente, lo sentí temblar (claro que
yo también temblaba) y sentía su corazón latir
rápidamente (¿o era el mío nada más y yo me imagino
que el suyo también estaba desbocado?). No hubiera
sido así si él me viera sólo como a una hermana
pequeña o como a su protegida. Y tengo que admitir que
el imaginar que Albert me mire con ojos de mujer hace
que mi corazón se desboque y sienta algo indefinible
pero delicioso. Pero no es menos cierto que pensar en
eso me deja confundida y asustada.

Tengo pánico del momento en que nos encontremos de
nuevo. No sé cómo conducirme, qué decirle, porque no
puedo hacer como que no pasó nada, pero tampoco quiero
verme como una tonta: nada me asegura tampoco que no
esté haciendo una tormenta de un vaso de agua.
¿Y si el beso de Albert quiso ser fraternal? ¿Si fuera
que sus labios rozaron los míos sólo porque yo le
miraba a los ojos, la barbilla bien en alto, cuando -
de no haberme mantenido un rato así como hipnotizada,
mirándolo a los ojos – sus labios sólo hubieran rozado
mi frente?

¿Y si digo algo que sólo cree una situación incómoda
por algo que quizás ni quiso hacer?
Por otra parte, nada de su reacción me da a entender
que en efecto fuera una situación tonta, inesperada,
un error embarazoso pero hasta simpático. No. El
parecía realmente turbado, nervioso, cuando me
preguntó si estaba enojada con él. Además, si él
también me miraba a los ojos y me sonreía, ¿cómo
podría no haberse darse cuenta de que recibiría su
beso en mi boca, no en mi frente?

No sé que pensar y no sé que hacer.

Si me enterara de alguna manera de que aquel beso fue
fraternal, y nada más, me sentiría aliviada. No
tendría que preocuparme ya de que las cosas entre él y
yo cambien, no estaría ese miedo paralizante de perder
eso tan bonito que siempre tuvimos y aún más desde que
convivimos mientras él se recuperaba del accidente.
Podríamos hablar y reírnos de esa situación.
Pero a quién engaño... si me enterara de que ese beso
fue un accidente, me sentiría decepcionada. En
realidad me dejaría triste saber que sus sentimientos
son puramente fraternales. Al menos desde ese día, no
importa cuánto trate de ignorar mis propios
pensamientos: ese beso fue apenas un roce y duró un
instante, pero bastó para sentir como algo que no sé
definir, pero que era definitivamente delicioso, nada
fraternal, y que en el fondo, aunque me de vergüenza
admitirlo, pedía más (Aunque no sé exactamente qué eso
que me quedé anhelando).

Ese beso... el calor de su cercanía, sentirme en sus
brazos, el sentir su respiración y su perfume... cada
vez que me viene a la mente, me pongo nerviosa y
torpe. Si hasta mis madres se dan cuenta y me
preguntan qué me pasa.
Por cierto, la Señora Pony me mira y se sonríe, y me
siento como descubierta. Me parece que supiera mejor
que yo que me pasa. Pero yo no he dicho ni una palabra
de nada, ni pienso hacerlo.



Contribuido por Elena

martes, octubre 3

Continúan las Sorpresas

No logro dejar de temblar. Han sido demasiadas las emociones del día de hoy. Lo primero que tengo que escribir es que Albert no sólo es el tío William, idea a la que aún no me acostumbro, sino que también es mi príncipe. Quiero decir, el príncipe de la colina, el que conocí hace diez años el día que recibí la última carta de Annie. Sé muy bien que el príncipe no era un personaje real, era una fantasía que yo misma había creado basándome en un chico que apenas vi una vez. Anthony me dijo que ese chico debía ser miembro de los Andrew, pero con el tiempo perdí tanto el interés como las esperanzas de dar con él.

Hoy, cuando llegué al hogar de Pony, me topé con la sorpresa de ver a Annie, Patty y Archie allí. Después de saludarlos a ellos y a mis dos queridas maestras, fui a buscar a Albert, pues dijeron que estaría en la colina. Pero al llegar los recuerdos me llenaron de nostalgia y me hicieron derramar un par de lágrimas. De pronto, escuché la voz de mi príncipe, quien de nuevo me decía "eres mucho más linda cuando sonríes que cuando lloras..." Pero no era mi príncipe, sino Albert quien estaba bajo el padre árbol. Me di cuenta entonces de que era la misma voz amable, los ojos azules y el pelo rubio... Albert y el príncipe eran la misma persona. Emocionada, corrí a sus brazos, como he hecho tantas veces antes, pero necesitaba cerciorarme de que no era mi imaginación, que de verdad Albert era el chico del kilt que había tocado la gaita para consolarme cuando era niña. "Albert, tu eres mi príncipe, ¿verdad?"-le pregunté. Qué pregunta absurda, debí ser más específica. Yo esperaba ansiosa su respuesta, pero Albert, en lugar de responder, me besó.

Fue un beso muy tierno y cariñoso, y también muy breve. Tras apenas unos instantes me abrazó de nuevo y empezó a temblar. Yo también temblaba, confundida, sin saber cómo reaccionar. La cabeza me daba vueltas, pensando en demasiadas cosas a la vez. Pensaba en el beso que Terry me robó en el festival de mayo, cuando yo todavía estaba llorando la muerte de Anthony. Pensaba también si de alguna manera Albert había entendido otra cosa con mi pregunta tonta. Dudé entonces si Albert era o no el príncipe. Ahora pienso que tiene que serlo: no sólo por el aspecto, las edades, el medallón, el traje escocés... creo que Albert sabía bien a qué príncipe me refería yo, pues ya antes le había contado la anécdota.

Pero en esos momentos no me venía nada coherente a la mente, y cuando nos separamos sólo se me ocurrió decirle que nos esperaban para preparar la cena. ¡Qué estúpida! Albert, por supuesto, se quedó tan confundido como yo. La voz se le quebraba cuando me preguntó si estaba enojada con él, y me pidió perdón. Debí decirle que no había nada que perdonar, pero yo también tenía la voz incierta y respondí con monosílabos.

Tenemos que hablar sobre lo ocurrido, pero tengo que hacerlo cuando tenga la cabeza fría, ahora no puedo. Durante la cena, seguía pensando en ese beso, tan distinto del de Terry. En ambas ocasiones fue algo inesperado, pero mientras el beso de Terry fue brusco y atropellado, el de Albert fue suave y cuidadoso.

Recuerdo que el beso de Terry terminó en una bofetada. Después me arrepentí por haberlo malinterpretado. Él tenía razón, Anthony estaba en el pasado y yo tenía que vivir el presente. No quiero cometer el mismo error ahora, sé que Terry y yo hemos terminado, pero es demasiado pronto y han ocurrido demasiadas cosas en mi vida, me cuesta trabajo imaginar a Albert como mi pareja. Quizá es tonto que ni me lo haya planteado así cuando hasta encontrarlo solo pensaba en volver a estar juntos, y hasta dudaba de un cambio en mis sentimientos hacia él. Pero de ahí a admitir que es el hombre que quiero para mí como "pareja" me aterra, ¡si es que apenas he curado las heridas de perder a Terry! Además, legalmente soy la hija adoptiva de Albert, ¿no? Sería un escándalo para la familia Andrew... qué barbaridad, ya estoy pensando como la tía abuela. Nunca antes me había sentido nerviosa o incómoda frente a Albert. Él es con quien puedo ser yo misma, sin necesidad de guardar apariencias. ¿Qué me ocurre?

Lo peor es que no tuvimos otra oportunidad para hablar, pues los chicos y las maestras no dejaban de hacerme preguntas. Es comprensible, había muchas cosas nuevas por explicar.

Debería estar feliz: He vuelto al hogar de Pony de manera definitiva, estoy finalmente con las dos mujeres a quienes considero mis verdaderas madres, con los chicos a quienes tanto quiero, y tengo a mis dos mejores amigas de visita, pues Patty y Annie se van a quedar por una semana. Debería disfrutar estos momentos, pero cuando Albert y Archie emprendieron el regreso me sentí más sola que nunca.

lunes, octubre 2

Despedida

Muero por volver al hogar de Pony y estar otra vez con mis maestras y con los niños. Una parte de mí desea quedarse al lado de Albert, pero sé que necesito alejarme un poco de él para entender mejor la relación que nos une ahora.

Por cierto, él me apoyó con la idea de trabajar en el Hogar de Pony. Sabe que no me gusta la ociosidad y que necesito mantenerme ocupada. Si bien mi trabajo con el Dr. Martin me gusta mucho, creo que los niños del hogar de Pony me necesitan mucho más.

El Dr. Martin está triste por mi partida, y opina que Albert me va a echar de menos. Supongo que es verdad, pues hemos estado juntos mucho tiempo... claro, sin tomar en cuenta nuestra separación cuando él recuperó la memoria. Albert dice que irá a visitarme a menudo, lo cual me alegra, pues de otra manera echaría de menos su compañía. Mañana por la mañana George me llevará a Chicago por última vez. Me despediré del Dr. Martin y luego iré al hogar de Pony. Sólo lamento que Albert no venga conmigo, pues la Srita. Pony y la hermana María desean conocerlo. Además, me gustaría mostrarle el sitio donde transcurrió mi niñez. Ya lo haré en otra ocasión, cuando venga a visitarme.

viernes, septiembre 29

Carta del Hogar de Pony

Estoy muy emocionada por la carta que recibí hoy. Me escriben la Srita. Pony y la hermana María, muy sorprendidas por todo lo que les he contado sobre Albert. Me invitan a visitarlas, y a que anime a Annie a venir conmigo.

¿Por qué no quedarme un tiempo con ellas? Tengo muchas ganas de volver... el jardín debe estar precioso y yo me ahogo un poco rodeada de lujos y servidumbre... Aunque debo reconocer que la vida en Lakewood es mucho más sencilla en comparación a cuando aquí vivía la tía Elroy, apenas hay servidumbre y vivimos muy tranquilos... pero este diario ir y venir de Chicago me cansa, y me cansa también ver a las sirvientas compartir miradas de complicidad como si algo estuviera ocurriendo entre Albert y yo.... Yo misma me siento muy confundida respecto a mis sentimientos hacia Albert, y tal vez estar un tiempo en el Hogar de Pony me ayude a ordenar mi cabeza.

martes, septiembre 26

Archie y Annie

Hoy vinieron a visitarnos mis amigos Archie y Annie. No me acostumbro a la idea de que Archie sea sobrino de Albert. ¡Es tan poca la diferencia de edad entre ellos! Archie, quien siempre tuvo mucha confianza con Albert, estaba un poco retraído e incómodo cuando tomábamos el té. Sin necesidad de palabras, la mirada de Albert me hizo saber que deseaba hablar a solas con Archie, así que me llevé a Annie a ver los rosales de Anthony. La llegada de la primavera los está haciendo florecer y están preciosos.

¿De qué habrán hablado Albert y Archie durante nuestra ausencia? Supongo que de la familia. Archie sigue viviendo con la tía Elroy, lo cual no debe ser agradable. ¿Quién sabe? Sé que Archie le tiene mucho afecto a pesar de ser una señora tan exigente que siempre se preocupa por las apariencias. Pensándolo bien, la tía Elroy se encargó de la educación tanto de Albert como the Archie, y ambos son unas personas estupendas. No debe ser tan mala.

Fue muy divertido cenar todos juntos, como cuando nos visitaban en el departamento de Chicago. Si a la servidumbre ya le escandaliza que Albert cocine, más se escandalizaron al ver a las visitas en la cocina ayudando a prepararlo todo. Me parece que desentonamos mucho con el estilo de vida que suelen seguir los Andrew.

domingo, septiembre 24

Escribiendo cartas

No había tenido tiempo de escribir al hogar de Pony para contarle a las maestras lo sucedido. Hoy lo hice, y al poner en papel los sucesos de los últimos días me di cuenta de la suerte que tengo y de lo increíble que es que Albert sea el tío William. ¿Qué pensarán de todo esto las maestras? Si hubieran sabido que William Andrew era demasiado joven para ser mi padre, ¿habrían permitido mi adopción? Siempre creí que al conocer al tío William sabría lo que es un padre, pero en lugar de ello tengo a mi amigo y confidente como padre adoptivo. Albert prefiere usar la palabra "tutor", y le doy la razón. Me es imposible ver en él a un padre, aunque siempre se haya preocupado por que no me faltara nada y yo estuviera bien.

Y ahora que estamos juntos, de verdad que no me falta nada. Cuando fui adoptada por los Andrew me sentí muy afortunada, aunque tuve que vivir con la disciplina de la tía Elroy, cuidando siempre las apariencias. Ahora no hay nada de eso. Yo ya concluí los estudios que yo quise. No seré una dama egresada del colegio San Pablo, pero soy una enfermera titulada, y nadie a mi alrededor me exige comportarme como algo que no soy. Si hay alguien que me comprende como nadie más, ése es Albert. Esto es mucho mejor que haber sido adoptada por un hombre mayor, con quien no tendría nada en común.

viernes, septiembre 22

La paz de Lakewood

He abandonado por completo el departamento que compartí con Albert en su convalescencia. George es muy bueno y me ayudó a traer mis cosas a Lakewood. Sigo trabajando con el Dr. Martin, pues todas las mañanas el chofer de los Andrew me lleva a Chicago. Que paz siento al haber regresado a Lakewood al lado de Albert. Este sigue siendo un lugar pacífico y hermoso, aunque muchas cosas han cambiado. Ya no tengo que cuidarme todo el tiempo por no ofender a la tía abuela, y aunque a veces los recuerdos de los tiempos felices con Anthony y Stear me ponen triste, me gusta mucho estar aquí. Albert a veces tiene asuntos que atender en Chicago y me acompaña por las mañanas. En esas ocasiones comemos juntos en Chicago, pero por lo general cenamos en Lakewood juntos. Albert sigue cocinando, no quiere contratar más servidumbre de la necesaria. La tía abuela quiere que nos mudemos a la residencia Andrew en Chicago, pero yo no sé si estoy dispuesta a vivir con ella de nuevo. Aunque me agradeció que cuidase de Albert (ella siempre lo llama "William"), sigue mirándome con desprecio. Estamos mejor aquí, en este lugar hermoso, donde Albert puede poco a poco contarme su vida y contestar a mis preguntas, donde podemos ser nosotros mismos sin tener que cuidar nuestro comportamiento.

martes, septiembre 5

El Tío William

George me dejó en las afueras de Lakewood. No quise que el ruido del carro anunciara mi llegada, y me colé en la casa. En la sala de los vitrales, tal como predijo George, estaba el tío William en su sillón, de espaldas a la entrada. Me anuncié, pero no obtuve respuesta, así que de inmediato comencé a hablar... no sé ni qué le dije. Creo haberle pedido perdón por ir a verlo sin su permiso, y haberle agradecido que se hiciera cargo de mí, pero lo que más me urgía era pedirle que no me obligara a comprometerme con Neil. Creo que insistí varias veces en ello. Durante todo este tiempo el tío no decía nada, ni me mostraba su rostro. Cuando terminé, dudaba incluso si el tío estaba dormido, o si se trataba de otra persona, pero entonces el tío se puso de pie y se giró hacia mí.

Todavía me parece estar soñando, pero no es así. Frente a mí no se encontraba ningún anciano, que era lo que yo esperaba. En cambio Albert, a quien yo he buscado por todo Chicago, estaba ahí. Y es que en realidad él es el tío William, por increíble que parezca. Nunca, ni por asomo, se me habría ocurrido toparme con Albert en Lakewood. Y si alguien me hubiera dicho que Albert era en realidad el tío William, lo habría tomado como una broma tonta. ¿Quién lo iba a adivinar? Ni siquiera los miembros jóvenes de la familia Andrew saben quién es él en realidad.

Yo estaba muy nerviosa, y Albert trataba de calmarme, mientras me contaba su historia sobre cómo heredó la fortuna de los Andrew siendo un niño y la tía Elroy se hizo cargo de él. Ocultaron su identidad para evitar que otros miembros de la familia o socios de los negocios abusaran de él. Cuando cumplió 21 años, asumió control de los negocios y propiedades, pero la tía no le permitió anunciarse ante el resto de la familia. La tía estaba muy molesta con él por haberme adoptado.

Me cuesta mucho trabajo pensar que el tío William, a quien yo imaginaba como un anciano generoso, es en realidad mi amigo Albert, dulce y paciente, quien siempre ha sabido hacerme sonreír y a quien conozco desde hace tantos años. De hecho, me pidió que siguiera llamándolo Albert, el cual es su segundo nombre.

Del compromiso con Neil, él no sabía nada, y creí reconocer en sus ojos la furia que aparece en ellos ante una injusticia... La tía Elroy ideó todo a escondidas de Albert. Él me asegura que puedo ignorar por completo ese compromiso, y yo le creo. Él nunca me ha mentido.

Recorrimos Lakewood y visitamos las rosas de Anthony, que se encuentran floreciendo. Caminamos hasta el río y ahí nos topamos con la barca de Stear, que Albert acaba de restaurar. Dimos un paseo en ella, pero de pronto tuvimos una fuga y nos hundimos. Terminamos en la villa del bosque, secándonos al lado de la chimenea.

Yo recordé cómo hace más de dos años me sequé también al lado de la chimenea en la casa de Terry... Albert me adivinó el pensamiento y me preguntó si pensaba en Terry... Albert, me enternece que me conozcas tan bien, pero también me avergüenza. No quiero pensar más en Terry. No mencioné mi visita a Rockstown. Tendré que preguntarle más tarde si él sabía que Terry estaba ahí cuando me envió el vestido.

Albert comentó que Terry ha vuelto a Broadway. Me da gusto por él. Quizá de verdad logre una vez más triunfar como actor. Y mientras tanto, yo no debo entristecerme más. Ya encontré a Albert, ¿qué más puedo pedir?

lunes, septiembre 4

Hoy es el Día

Me siento abrumada. Mi vida nunca ha sido fácil, y de
alguna manera siempre he logrado salir adelante. Pero
últimamente, las pruebas y las desilusiones no me han
dado ni un respiro. No doy más.

Me siento atrapada... sólo veo una lucecita en medio
de esta oscuridad. Y es que pronto logre encontrarme
con el Tío William, fialmente conocerlo, explicarle
cómo me siento, pedirle su ayuda. ¡Él ha sido tan
bueno conmigo en estos años! No puedo creer que ahora
me abandone a esta miserable suerte, ¡no! Él siempre
veló por mi bienestar, no es posible que ya no le
importe hacerme desdichada junto a Neal. No, no es
posible. Tiene que haber una confusión... ¿Quién sabe
lo que la familia Leagan le metió en la cabeza? Quizás
el Tío no tiene idea de cómo me cae esta noticia.

Quizás sólo escuchó que Neal quiere casarse conmigo,
quizás le dijeron que yo lo quiero así también, y que
si nos casamos, entonces Neal no marchará al frente de
batalla. Estoy casi segura de que el pobre tío no
puede pensar en otra cosa más que en el peligro de
perder a otro sobrino más... como le ocurre a la tía
Elroy. Le aterra que Neal vaya al frente. ¡No se da
cuenta de que son mentiras! Neal nunca iría al frente,
es el ser más cobarde del mundo, ¡es sólo una
pantomina para que todos accedan a sus caprichos!

Ya falta poco para que me vengan a buscar. En unas
horas estaré en Lakewood y por fin lograré conocer al tío William. Estoy muy emocionada, pero temo su ira. Sé muy bien que él no tiene intenciones de conocerme en persona, si así fuera, lo habría hecho hace mucho. ¿Se enfurecerá conmigo? ¿Cómo reaccionará al saber que yo no estoy dispuesta a casarme con Neil? ¿Me dará la oportunidad de decirle también lo agradecida que estoy por todo lo que ha hecho por mi? Mejor no pensar en estas preguntas. Sólo lograré ponerme más nerviosa.

Tío William, para bien o para mal, hoy por fin nos conoceremos.



Contribuido por Elena

sábado, septiembre 2

Otro Día de Locos

Debí haberlo sospechado... ¡Neal estaba tramando algo!
Hoy fue un día espantoso. He llorado lo que no tiene
nombre.

Hoy de mañana me levanté y estaba desayunando, sola,
usando una de las tazas que compré para Albert y para
mí, con nuestras iniciales: usaba la suya. Soplaba una
hermosa brisa de primavera, estaba soleado, pero yo me
sentía terriblemente melancólica. Pensaba en Albert
-como lo hago todo el tiempo, apenas si logro
distraerme por pocos minutos, cuando en la clínica
estoy demasiado ocupada para pensar en nada...pero son
sólo minutos de paz, y horas y horas de una profunda
melancolía- cuando de pronto escuché que golpeaban a
la puerta.

Sería porque estaba pensando en Albert, el hecho es
que por un instante me invadió la alegría, la ilusión
de que fuera él, que fuera él que regresaba para vivir
otra vez juntos. Corrí a la puerta y no... no era
Albert. El alma se me fue al piso.

Era el bueno de George, que venía a buscarme porque la
tía Elroy quería verme. Ya aquello me dio mala espina.
¿Qué podía estar pasando?

No estaba equivocada. Realmente estoy otra vez metida
en problemas.

Cuando llegué a la mansión de los Andrew y me llevaron
con la tía, allí estaban los Leagan. Y entonces me
informaron (¡qué descaro! ni que yo fuera un bien del
que pudieran disponer a su antojo!) que Neal y yo nos
comprometeríamos en tres días.

No lo podía creer. Me enfurecí y comencé a gritarles
en la cara lo que pensaba de esa disparatada idea y lo
que pensaba del ladino de Neal.

Mientras me enfrentaba -una vez más- a esa familia de
locos, me enteré de que Neal les dijo que marchará a
la guerra si no nos casamos y me repitieron una y otra
vez que este compromiso es voluntad del Tío William
también.

Eso fue lo que me hizo sentir más desamparada y
totalmente desolada. Nunca, jamás de los jamases,
pensé que el me forzara a hacer algo así: casarme con
alguien sin consultarme, cuando además es más que
obvio que detesto a Neal! Pero soy su pupila y ni
modo... ¿cómo escapar de la situación?

Con la cabeza dando vueltas, salí de aquel cuarto y
rompí en llanto inconsolable, mientras zarandeaba a un
silencioso George, quejándome de la actitud del Tío y
del no poder hablar con él para aclarar esa locura.
Entonces, George abandonó su usual reserva (supongo
que mi llanto realmente lo asustó, él pudo notar mi
desesperación) y me confesó que el Tío William estaba
en la mansión de Lakewood, que allí lo encontaría.

¡Querido George! ¡Desobedeciste las órdenes que te
dieron para ayudarme! No sé si podré solucionar algo,
pero al menos ahora brilla una lucecita de esperanza.
No sabía ya cómo agradecer a George, por poner en
peligro su trabajo para ayudarme... Él mismo vendrá
a buscarme mañana temprano para ir a Lakewood.

Mi corazón bate a mil, con una mezcla de miedo,
esperanza, decepción, ilusión, y hasta nostalgia.
Nostalgia por volver a Lakewood...

Albert, ¡cómo querría que estuvieras aquí para
abrazarme, y aconsejarme, y darme un poco de tu
serenidad ahora! Sé que si tú estuvieras aquí, no
tendría más miedo... sólo determinación, decisión y
esperanza. ¡Quiero que me abraces, Albert!



Contribuido por Elena

jueves, agosto 31

Un dia de mil demonios

¡Agghhhhhhhh... Neil! ¡Ese muchacho me vuelve loca! ¡Me
siento continuamente vigilada por él! A veces salgo
del apartamento rumbo a la clínica y veo su auto
estacionado en alguna calle cercana. Otras veces voy a
comprar algunas provisiones y siento que unos ojos me
observan... ¡me exaspera! Ya sé que es un chico necio
y obstinado, pero no pensé que además de todo eso
fuera tan estúpido e inmaduro como para pensar que con
ese tipo de comportamiento pueda "conquistarme". Y no
es que él no sepa ya que el simple hecho de que
pertenezcamos a la misma familia me irrita. Realmente,
él siempre se las ingenia para ponerme de un humor de
perros.

Hoy fue un día complicado. En realidad no pasó nada
grave, pero no hice más que tener un pequeño disgusto
atrás de otro. Primero reñí con el Dr. Martin por el
tema de la bebida. Ya es un problema que sea
alcohólico (ya no sé cómo ayudarlo al respecto), pero
es inadmisible que eso interfiera con su trabajo en la
clínica. Anoche se nota que tomó mucho más de lo usual
y hoy tenía una tremenda resaca. No prestaba toda la
atención que debiera a sus pacientes y cometía errores
estúpidos. Yo tenía que andar detrás de él,
vigilándolo, y luego tuve que retarlo como a un niño
pequeño.

Cuando volvía al apartamento, me detuve por unas
provisiones y otra vez el vendedor de frutas me trató
de "Señora". Ya antes eso me había puesto de mal
humor, lo que había hecho reír a Albert. Pero esta vez
me puso de un humor mil veces peor y le grité en la
cara "¡no soy casada, Señoorrrrrr". Pobre hombre...
creo que lo asusté. En fin, si antes me molestaba
porque me hacía sentir más vieja, ahora me molesta
mucho más porque no sólo me hace sentir vieja, sino
que me recuerda que Albert no está aquí para reírse de
mí y porque, peor, sólo me recuerda que vivo sola. No
me importaría que me confundieran con la esposa de
Albert y que por eso me dijeran "señora"... es más,
creo que hasta me gustaría... ¡pero Albert no está, y
entonces sólo me frustra enormemente que me llamen
así!

Para peor, estaba tan ofuscada que por eso mismo fui más torpe de lo usual cuando cocinaba y el guiso me quedó que era un asco. Incomible. En otro momento me hubiera reído de mi mísma, pero esta vez no. Mientras cocinaba, me distraje pero cuando de pronto noté que el contenido de la olla estaba en ebullición y se derramaría por toda la cocina, instintivamente llamé a Albert, pidiéndole socorro... como tantas veces hiciera cuando vivíamos juntos. Llamé a Albert, pero
claro, ¡Albert no estaba, ni está, ni estará ahí para ayudarme más! y entonces se me encogió el corazón. Cuando quise comer esa cosa espantosa que quería que fuera un guiso, recordé que Albert hubiera logrado volverlo algo "comestible" en unos minutos... y rompí a llorar inconsolablemente. Estoy cada vez más sensible. Aún no me acostumbro a que Albert no esté y cuando me doy cuenta, cada vez me cuesta más contener el llanto. No sé, si el hubiera escrito, me hubiera dejado algún recado de alguna manera... pero no.

Supongo que esperaba que su ausencia no fuera tan
larga, o que al menos tendría noticias de él pronto y
por eso cada día que pasa aumenta mi desazón y cada
día lloro más ante cualquier estupidez.
Estoy ya me está preocupando. Así no soy yo! Soy una
chica fuerte y decidida y me las he arreglado sola
muchas veces! Pero de alguna manera, ahora no puedo...
me siento desamparada y débil como nunca. Es como si
con Albert se hubiera ido mi alegría, mi fuerza, mi
paciencia y hasta mi esperanza. La vida me parece gris
y monótona, aunque esté siempre ocupada y aunque tenga
buenos amigos. Siento un vacío que no recuerdo haber
sentido antes... un vacío que siento que sólo la
presencia de Albert llenaría. Me sorprende que lo
extrañe y necesite tanto. No me entiendo a mí misma.
Tengo una necesidad inmensa de él y eso en parte me
asusta. ¿Será que... ? No, Candy, no pienses en
tonterías. Además, si sigo pensando en él me volveré loca.



Contribuido por Elena

miércoles, agosto 30

Rockstown

Aún no es primavera, y el vestido que Albert me envió no es el adecuado para un viaje, pero aún así me lo puse para ir a Rockstown, llevando conmigo más carteles realizados por el Dr. Martin, con esperanzas de encontrar a Albert.

Poco sabía yo de la sorpresa que me aguardaba en Rockstown. Por increíble que parezca, antes de llegar a la oficina de correos, que es por donde me proponía comenzar mi búsqueda, me topé con un cartel anunciando una obra en la que actuaba Terry. No pude evitar acercarme. Se trataba de un teatro ambulante montado dentro de una carpa vieja y descuidada. No quería entrar, pues temía que al ver a Terry de nuevo despertaran en mí los sentimientos de antaño. Pero un par de chicas salieron del teatro muy enojadas y haciendo comentarios terribles sobre la actuación de Terry, insinuando incluso que estaba borracho. Al oír esto, tuve que entrar yo también. No podía creer que Terry hubiese caído tan bajo. La carpa era obscura y estaba llena de humo. El público se burlaba y silbaba, y entre ellos había más de un borracho. Lo más terrible fue darme cuenta de que Terry también lo estaba y que ni siquiera se molestaba en ocultarlo.

Estaba sucio, desaliñado. Apenas podía mantenerse de pie y mucho menos actuar. Por supuesto, olvidaba todas sus líneas. Fue muy triste toparme con alguien que fue tan importante en mi vida y verlo totalmente destruido. ¿Cómo pude enamorarme de alguien así? Recuerdo que Terry bebía antes, pero nunca como ahora. El ruido del público era insoportable. Me puse furiosa e hice callar a unos cuantos.

Sospecho que Terry se dió cuenta de mi presencia, pues cambió de repente y se tomó más en serio su actuación. Aún así, no quise quedarme. No quería hablar con Terry, borracho o sobrio, pues entonces él pensaría que todavía lo quiero.

Afuera de la carpa me aguardaba otra sopresa: Eleanor Baker, la madre de Terry. Bellísima como siempre, pero más delgada y con la mirada triste. Yo me proponía seguir buscando a Albert, pero me invitó a tomar un café. Ella ha estado aquí desde hace cinco días, sin que Terry quiera recibirla, viendo cada día como la situación de su hijo empeora. Ella me asegura que si Terry cambió a mitad de la actuación fue porque se dio cuenta de mi presencia. Cree que la vergüenza de que yo lo haya visto así lo hará recapacitar y volver a Broadway.

Terry siempre lastima a las personas que más lo quieren. A mí me quiso mucho, tal vez todavía me quiera, pero más de una vez hizo comentarios que me hirieron. Siempre fue muy rebelde y poco serio, pero yo pensaba que era cuestión de inmadurez. Ahora no estoy tan segura. Eleanor no me pidió que hablara con él, creo que se dio cuenta de que yo ya no deseo tener nada que ver con su vida. Sólo espero que Terry de verdad se recupere y vuelva a actuar, quizá incluso decida volver al lado de Susana.

Desganada, seguí buscando a Albert por todo Rockstown, pero nadie recuerda haberlo visto nunca. Volví a Chicago con las manos vacías. En el departamento me aguardaba la misma soledad que se vino a instalar aquí cuando Albert me dejó. Me gustaría mucho que él estuviera aquí, al menos para contarle lo que me ocurrió en Rockstown. Lo echo mucho de menos, y me decepciona haber hecho este viaje para nada.

lunes, agosto 21

El regalo de Albert

Hoy había un paquete para mí. Al ver el remitente creí estar soñando: ¡Era de Albert! Me envió un vestido muy lindo, con una nota despreocupada deseándome suerte y diciendo que pronto nos veremos... Pobre Albert, recuerdo lo poco que le interesaban mis vestidos, y cómo se disgustó conmigo cuando estuve pidiéndole opiniones sobre ellos. Eso hace que este regalo sea todavía más valioso para mí.

El vestido es precioso y, por lo que puedo ver, muy caro. Quisiera que Albert dejara de hacerme regalos costosos. ¿No entiende que lo que yo necesito es su compañía? Aún así, confieso que este invierno he sentido un poco de consuelo al arroparme con el abrigo que él me regaló.

El paquete no tiene la dirección del remitente, sólo sé que proviene de Rockstown. Pude ver en el mapa que Rockstown no está muy lejos y que es un pueblo muy pequeño. Si voy allá, no debe ser difícil dar con Albert o con alguien que lo haya visto.

Albert... cómo te echo de menos. Tienes razón, nos veremos muy pronto. Mañana mismo le pediré permiso al Dr Martin para ir a Rockstown a buscarte.

martes, agosto 15

Un sueño muy extraño

Hoy siento una necesidad tremenda de escribir y
escribir... tanto para decir porque mil ideas dan
vueltas por mi cabeza.

Bueno, no mucho, pero algo que me afectó bastante y me
ha dejado pensativa por días.

No falta tanto para que llegue la Primavera. Sin
embargo las noches aún son heladas y anoche no fue la
excepción. Para peor, no está Albert y eso hace que el
apartamento parezca demasiado grande y mucho más
frío... no sólo porque él fuera tan bueno controlando
el fuego de la chimenea... sino también y por
sobretodo, porque me hace falta su calidez y la
ternura de Poupée.

Hace unas noches me acosté muy temprano. Me deprimía
estudiar sola en ese living tan frío y me puse a
estudiar ya en la cama, pero pronto me dormí. Y tuve
un sueño muy extraño.

Soñe con la noche en que Terry y yo rompimos, con el
momento en que me dirigía hacia la estación del tren.
Pero en mi sueño nunca llegué a la estación. Sentía
una angustia terrible y como el frío calándome los
huesos y el corazón. De pronto sentí que me llamaban a
lo lejos, no pude reconocer la voz con el viento, me
detuve pero no ví a nadie, seguí camino y entonces
sentí que alguien me tomaba por los hombros, en un
gesto que me resultaba familiar, me giró hacia sí,
refugiándome contra su pecho mientras susurraba
"Candy, no puedo dejarte, nunca te dejaré", con una
ternura infinita que me volvió el alma al cuerpo y el
calor a mi cuerpo y a mi corazón que latía desbocado,
lleno de felicidad. Dije su nombre: nombré: "Terry"
mientras levantaba la mirada... ¡Pero no era Terry
quien me abrazaba! Era... Albert! ¡Lo curioso es que
en mi sueño aquello no pareció sorprenderme en
absoluto! Es más, no dije nada, no pregunté ni me
pregunté nada, era como si no pensara, como si aquello
fuera lo más natural del mundo y lo único a lo que
atiné fue a recostarme otra vez sobre ese hombre,
sentir ese calor que me embriagaba, que me hacía
sentir tan protegida... y enamorada... Me sentía feliz
y totalmente enamorada de Terry... o era de Albert!?
Entonces el viento invernal abrió de golpe la ventana
de mi cuarto, y el ruido me despertó. Sobresaltada y
confundida me di cuenta de que estaba soñando... y me
recordé lo que había estado soñando!

¡Fue tan hermoso y tan extraño! Lloraba por Terry,
supuse que era él quien me buscaba, quien volvía a mí,
pero no, era Albert... y me sentí feliz y no pensé más
en nada que en seguir en ese abrazo. ¿Por qué soñé
eso? El corazón se me encogió al recordar lo que
realmente había ocurrido aquella noche, y cómo Terry y
yo jamás estaríamos juntos como en el sueño, nunca
más. Pero me sorprendió que en ese momento la memoria
de Terry fuera tan vaga, mientras que la urgencia de
ver y sentir a Albert había sido tan intensa. Aún
sufro por Terry... ¿o no tanto ya? Aún sueño con que
no me deje ir, y sin embargo pareciera que necesito
aún más a Albert. Aquella sensación de estar en los
brazos de Albert fue deliciosa. Tan deliciosa que me
ruboricé de sólo recordarlo. ¿Qué trucos me está
jugando la mente? La ausencia de Albert en el día a
día parece estarme afectando más y más, y no menos y
menos, como sería de esperar a medida que más días
pasan desde su partida. En cambio mis recuerdos de
Terry parecen desfigurarse... Qué extraño todo esto.
¿Estaré demasiado obsesionada con encontrar a Albert?
¿Estará eso haciendome soñar cosas locas?

Y sin embargo aquello no parecía una locura... se
sentía tan bien... Por horas no podía evitar recordar
aquel abrazo cuando cerraba mis ojos. Aún hoy, por
momentos mi cabeza vuelve a aquel sueño, y no sé aún
cómo interpretarlo.
Albert... ¿dónde estás? Te veo hasta en la sopa... y
en mis sueños!


Contribuido por Elena

viernes, agosto 11

Retratos de Albert

Los vecinos están ya satisfechos, al ver que de verdad Albert se ha ido. Pero yo estoy fatal. Ya no tengo con quien hablar, con quien compartir los sucesos del día, quien me consuele por la muerte reciente de Stear. Creo que en todo este tiempo, es más lo que hizo Albert por mí que yo por él.

Por lo menos el Dr. Martin reconoce que Albert era una persona buena y comprende mi tristeza. Quise hacer un cartel con el rostro de Albert, a ver si alguien lo reconoce y sabe darme alguna señal, pero no soy buena dibujante. En cambio el Dr. Martin logró retratarlo a memoria con excelentes resultados. ¿Si pusiera carteles por todo Chicago, serviría de algo? El Dr. Martin está dispuesto a ayudarme, aunque es imposible que produzca más de dos o tres retratos al día, y no deseo abusar de su amabilidad.

jueves, agosto 10

Soledad

Ahora que Albert no está, caigo en la cuenta de lo mucho que me había acostumbrado a su presencia. Es horrible llegar a casa y que no haya nadie esperándome. Nunca antes había vivido sola. El frío del invierno me pone más triste. Fue en el invierno del año pasado cuando Terry y yo terminamos. Y ahora, en cuanto llegó el invierno, Albert se fue. A veces en la calle me parece haberlo visto, pero siempre se trata de otra persona. Los abrigos los hacen ver a todos iguales. Comienzo a odiar el invierno.

Debí darme cuenta de que esto sucedería. Albert ya no era el de siempre. Seguía siendo una persona alegre, pero ahora estaba muy lejano a mí, siempre ocupado y misterioso. ¿Dónde estará ahora? Quisiera verlo y pedirle que regresara conmigo, que me explicara qué estuvo haciendo todo este tiempo. Me rehuso a creer que fuera algo malo. Albert es incapaz de una mala acción. Siempre ha sido una persona justa, amable y sobretodo, comprensiva. Desde que yo era niña ha sido así: cuando algo me hacía sufrir, cuando todo parecía inútil, él aparecía y me daba consuelo y esperanzas. Pero ahora no estoy segura de volverlo a ver, y tengo mucho miedo.