La Señorita Pony y la hermana María siguen enojadas conmigo. Más la primera que la segunda, quizás por nuestras conversaciones anteriores sobre no frecuentar mucho a Albert. ¿Cómo mantenerme lejos de él, si nos amamos? El problema va a ser explicarlo todo. ¡Menudo lío! Es verdad que tener un padre adoptivo apenas unos años mayor complica mucho las cosas. Pero yo no supe la verdadera identidad de mi tutor hasta mucho después, y para entonces, me parece, yo ya estaba enamorada de Albert. En cuanto a Albert, creo que se enamoró de mí cuando aún no recordaba su pasado, y no sabía qué clase de lazos nos unían. Debo preguntárselo cuando lo vea.
Pero sea cual sea la respuesta, no me importa. Estoy feliz y creo que me lo notan todos. Sobretodo los niños, que son muy perceptivos y que presenciaron mis depresiones del lunes y el martes. Ellos saben que algo ha cambiado pero no me preguntan nada, simplemente celebran mi buen humor y juegan conmigo como antes. ¡Cómo me divierto con ellos! ¿Alguna vez dejaré de ser niña? Al pensarlo recuerdo las sensaciones y emociones del día de ayer, y me doy cuenta de que algo en mí ha cambiado. Sé que antes he estado enamorada, pero nunca había estado con nadie de una manera tan íntima, ni había sentido un amor tan grande como el de Albert por mí. Anthony y Terry me quisieron a su modo, pero eran sólo unos adolescentes... y yo también lo era. Lo soy aún, pero me siento capaz de corresponder el amor de Albert con la misma madurez y respeto que él demuestra hacia mí.
Pensé que Albert tal vez vendría a verme por la noche, pero no fue así. Supongo que tendrá mucho trabajo. De todas formas, es seguro que vendrá a verme el fin de semana. ¿Iremos otra vez a Chicago? No me atrevo a ir a su casa a buscarlo yo, en vista de lo mal que le caen mis ausencias a la Srita. Pony.