Aquí estoy, pasando unos días maravillosos junto a mis
queridas madres y a los niños. Realmente disfruto cada
instante, pero a la vez añoro los días en Lakewood. En
realidad, extraño a Albert, a las tardes junto a él en
la gran casa, a los paseos por el jardín y la idas a
la cabaña del bosque.
Es tragicómico, pero es que me muero de ganas pero
también de miedo de ver a Albert. Es por eso que aún
no he tomado ninguna decisión sobre cuánto tiempo más
quedarme en el Hogar ni que me he animado a
escribirle.
Es que quiero verlo, pero no sé qué hacer cuando
finalmente vuelva a estar frente a él. Es que ahora
todo es diferente, al menos para mí. Supongo que para
él también.
Siento una dicha profunda pero también mucha angustia
cuando pienso en ese beso en la colina. Cuando me
abrazó y besó dulcemente, lo sentí temblar (claro que
yo también temblaba) y sentía su corazón latir
rápidamente (¿o era el mío nada más y yo me imagino
que el suyo también estaba desbocado?). No hubiera
sido así si él me viera sólo como a una hermana
pequeña o como a su protegida. Y tengo que admitir que
el imaginar que Albert me mire con ojos de mujer hace
que mi corazón se desboque y sienta algo indefinible
pero delicioso. Pero no es menos cierto que pensar en
eso me deja confundida y asustada.
Tengo pánico del momento en que nos encontremos de
nuevo. No sé cómo conducirme, qué decirle, porque no
puedo hacer como que no pasó nada, pero tampoco quiero
verme como una tonta: nada me asegura tampoco que no
esté haciendo una tormenta de un vaso de agua.
¿Y si el beso de Albert quiso ser fraternal? ¿Si fuera
que sus labios rozaron los míos sólo porque yo le
miraba a los ojos, la barbilla bien en alto, cuando -
de no haberme mantenido un rato así como hipnotizada,
mirándolo a los ojos sus labios sólo hubieran rozado
mi frente?
¿Y si digo algo que sólo cree una situación incómoda
por algo que quizás ni quiso hacer?
Por otra parte, nada de su reacción me da a entender
que en efecto fuera una situación tonta, inesperada,
un error embarazoso pero hasta simpático. No. El
parecía realmente turbado, nervioso, cuando me
preguntó si estaba enojada con él. Además, si él
también me miraba a los ojos y me sonreía, ¿cómo
podría no haberse darse cuenta de que recibiría su
beso en mi boca, no en mi frente?
No sé que pensar y no sé que hacer.
Si me enterara de alguna manera de que aquel beso fue
fraternal, y nada más, me sentiría aliviada. No
tendría que preocuparme ya de que las cosas entre él y
yo cambien, no estaría ese miedo paralizante de perder
eso tan bonito que siempre tuvimos y aún más desde que
convivimos mientras él se recuperaba del accidente.
Podríamos hablar y reírnos de esa situación.
Pero a quién engaño... si me enterara de que ese beso
fue un accidente, me sentiría decepcionada. En
realidad me dejaría triste saber que sus sentimientos
son puramente fraternales. Al menos desde ese día, no
importa cuánto trate de ignorar mis propios
pensamientos: ese beso fue apenas un roce y duró un
instante, pero bastó para sentir como algo que no sé
definir, pero que era definitivamente delicioso, nada
fraternal, y que en el fondo, aunque me de vergüenza
admitirlo, pedía más (Aunque no sé exactamente qué eso
que me quedé anhelando).
Ese beso... el calor de su cercanía, sentirme en sus
brazos, el sentir su respiración y su perfume... cada
vez que me viene a la mente, me pongo nerviosa y
torpe. Si hasta mis madres se dan cuenta y me
preguntan qué me pasa.
Por cierto, la Señora Pony me mira y se sonríe, y me
siento como descubierta. Me parece que supiera mejor
que yo que me pasa. Pero yo no he dicho ni una palabra
de nada, ni pienso hacerlo.
Contribuido por Elena
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