martes, octubre 3

Continúan las Sorpresas

No logro dejar de temblar. Han sido demasiadas las emociones del día de hoy. Lo primero que tengo que escribir es que Albert no sólo es el tío William, idea a la que aún no me acostumbro, sino que también es mi príncipe. Quiero decir, el príncipe de la colina, el que conocí hace diez años el día que recibí la última carta de Annie. Sé muy bien que el príncipe no era un personaje real, era una fantasía que yo misma había creado basándome en un chico que apenas vi una vez. Anthony me dijo que ese chico debía ser miembro de los Andrew, pero con el tiempo perdí tanto el interés como las esperanzas de dar con él.

Hoy, cuando llegué al hogar de Pony, me topé con la sorpresa de ver a Annie, Patty y Archie allí. Después de saludarlos a ellos y a mis dos queridas maestras, fui a buscar a Albert, pues dijeron que estaría en la colina. Pero al llegar los recuerdos me llenaron de nostalgia y me hicieron derramar un par de lágrimas. De pronto, escuché la voz de mi príncipe, quien de nuevo me decía "eres mucho más linda cuando sonríes que cuando lloras..." Pero no era mi príncipe, sino Albert quien estaba bajo el padre árbol. Me di cuenta entonces de que era la misma voz amable, los ojos azules y el pelo rubio... Albert y el príncipe eran la misma persona. Emocionada, corrí a sus brazos, como he hecho tantas veces antes, pero necesitaba cerciorarme de que no era mi imaginación, que de verdad Albert era el chico del kilt que había tocado la gaita para consolarme cuando era niña. "Albert, tu eres mi príncipe, ¿verdad?"-le pregunté. Qué pregunta absurda, debí ser más específica. Yo esperaba ansiosa su respuesta, pero Albert, en lugar de responder, me besó.

Fue un beso muy tierno y cariñoso, y también muy breve. Tras apenas unos instantes me abrazó de nuevo y empezó a temblar. Yo también temblaba, confundida, sin saber cómo reaccionar. La cabeza me daba vueltas, pensando en demasiadas cosas a la vez. Pensaba en el beso que Terry me robó en el festival de mayo, cuando yo todavía estaba llorando la muerte de Anthony. Pensaba también si de alguna manera Albert había entendido otra cosa con mi pregunta tonta. Dudé entonces si Albert era o no el príncipe. Ahora pienso que tiene que serlo: no sólo por el aspecto, las edades, el medallón, el traje escocés... creo que Albert sabía bien a qué príncipe me refería yo, pues ya antes le había contado la anécdota.

Pero en esos momentos no me venía nada coherente a la mente, y cuando nos separamos sólo se me ocurrió decirle que nos esperaban para preparar la cena. ¡Qué estúpida! Albert, por supuesto, se quedó tan confundido como yo. La voz se le quebraba cuando me preguntó si estaba enojada con él, y me pidió perdón. Debí decirle que no había nada que perdonar, pero yo también tenía la voz incierta y respondí con monosílabos.

Tenemos que hablar sobre lo ocurrido, pero tengo que hacerlo cuando tenga la cabeza fría, ahora no puedo. Durante la cena, seguía pensando en ese beso, tan distinto del de Terry. En ambas ocasiones fue algo inesperado, pero mientras el beso de Terry fue brusco y atropellado, el de Albert fue suave y cuidadoso.

Recuerdo que el beso de Terry terminó en una bofetada. Después me arrepentí por haberlo malinterpretado. Él tenía razón, Anthony estaba en el pasado y yo tenía que vivir el presente. No quiero cometer el mismo error ahora, sé que Terry y yo hemos terminado, pero es demasiado pronto y han ocurrido demasiadas cosas en mi vida, me cuesta trabajo imaginar a Albert como mi pareja. Quizá es tonto que ni me lo haya planteado así cuando hasta encontrarlo solo pensaba en volver a estar juntos, y hasta dudaba de un cambio en mis sentimientos hacia él. Pero de ahí a admitir que es el hombre que quiero para mí como "pareja" me aterra, ¡si es que apenas he curado las heridas de perder a Terry! Además, legalmente soy la hija adoptiva de Albert, ¿no? Sería un escándalo para la familia Andrew... qué barbaridad, ya estoy pensando como la tía abuela. Nunca antes me había sentido nerviosa o incómoda frente a Albert. Él es con quien puedo ser yo misma, sin necesidad de guardar apariencias. ¿Qué me ocurre?

Lo peor es que no tuvimos otra oportunidad para hablar, pues los chicos y las maestras no dejaban de hacerme preguntas. Es comprensible, había muchas cosas nuevas por explicar.

Debería estar feliz: He vuelto al hogar de Pony de manera definitiva, estoy finalmente con las dos mujeres a quienes considero mis verdaderas madres, con los chicos a quienes tanto quiero, y tengo a mis dos mejores amigas de visita, pues Patty y Annie se van a quedar por una semana. Debería disfrutar estos momentos, pero cuando Albert y Archie emprendieron el regreso me sentí más sola que nunca.

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