Debí haberlo sospechado... ¡Neal estaba tramando algo!
Hoy fue un día espantoso. He llorado lo que no tiene
nombre.
Hoy de mañana me levanté y estaba desayunando, sola,
usando una de las tazas que compré para Albert y para
mí, con nuestras iniciales: usaba la suya. Soplaba una
hermosa brisa de primavera, estaba soleado, pero yo me
sentía terriblemente melancólica. Pensaba en Albert
-como lo hago todo el tiempo, apenas si logro
distraerme por pocos minutos, cuando en la clínica
estoy demasiado ocupada para pensar en nada...pero son
sólo minutos de paz, y horas y horas de una profunda
melancolía- cuando de pronto escuché que golpeaban a
la puerta.
Sería porque estaba pensando en Albert, el hecho es
que por un instante me invadió la alegría, la ilusión
de que fuera él, que fuera él que regresaba para vivir
otra vez juntos. Corrí a la puerta y no... no era
Albert. El alma se me fue al piso.
Era el bueno de George, que venía a buscarme porque la
tía Elroy quería verme. Ya aquello me dio mala espina.
¿Qué podía estar pasando?
No estaba equivocada. Realmente estoy otra vez metida
en problemas.
Cuando llegué a la mansión de los Andrew y me llevaron
con la tía, allí estaban los Leagan. Y entonces me
informaron (¡qué descaro! ni que yo fuera un bien del
que pudieran disponer a su antojo!) que Neal y yo nos
comprometeríamos en tres días.
No lo podía creer. Me enfurecí y comencé a gritarles
en la cara lo que pensaba de esa disparatada idea y lo
que pensaba del ladino de Neal.
Mientras me enfrentaba -una vez más- a esa familia de
locos, me enteré de que Neal les dijo que marchará a
la guerra si no nos casamos y me repitieron una y otra
vez que este compromiso es voluntad del Tío William
también.
Eso fue lo que me hizo sentir más desamparada y
totalmente desolada. Nunca, jamás de los jamases,
pensé que el me forzara a hacer algo así: casarme con
alguien sin consultarme, cuando además es más que
obvio que detesto a Neal! Pero soy su pupila y ni
modo... ¿cómo escapar de la situación?
Con la cabeza dando vueltas, salí de aquel cuarto y
rompí en llanto inconsolable, mientras zarandeaba a un
silencioso George, quejándome de la actitud del Tío y
del no poder hablar con él para aclarar esa locura.
Entonces, George abandonó su usual reserva (supongo
que mi llanto realmente lo asustó, él pudo notar mi
desesperación) y me confesó que el Tío William estaba
en la mansión de Lakewood, que allí lo encontaría.
¡Querido George! ¡Desobedeciste las órdenes que te
dieron para ayudarme! No sé si podré solucionar algo,
pero al menos ahora brilla una lucecita de esperanza.
No sabía ya cómo agradecer a George, por poner en
peligro su trabajo para ayudarme... Él mismo vendrá
a buscarme mañana temprano para ir a Lakewood.
Mi corazón bate a mil, con una mezcla de miedo,
esperanza, decepción, ilusión, y hasta nostalgia.
Nostalgia por volver a Lakewood...
Albert, ¡cómo querría que estuvieras aquí para
abrazarme, y aconsejarme, y darme un poco de tu
serenidad ahora! Sé que si tú estuvieras aquí, no
tendría más miedo... sólo determinación, decisión y
esperanza. ¡Quiero que me abraces, Albert!
Contribuido por Elena
1 comentario:
Jajaja yo también quiero que Albert me abrace toda mi viiida! :(
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