Albert se presentó muy temprano en casa de los Brighten. Annie había estado peinándome y me hizo estrenar uno de mis vestidos para verme bien cuando él llegara. Y efectivamente, cuando bajé a saludarlo, él se inclinó, besó mi mano y me dijo que estaba hermosa. Los nervios me hicieron reaccionar estúpidamente y le pedí que no se burlara. Me parece que me malinterpretó.
Fuimos a visitar a la tía Elroy, pues la pobre está muy sola. Albert me prometió que después haríamos lo que yo quisiera. La tía alabó mi peinado y mi vestido, cosa que nunca antes había hecho. Al comentar que ya era hora de que dejara de ser una chiquilla quise soltar una carcajada. Creo que siempre me sentiré como una niña. Le hice un guiño a Albert pero creo que no me entendió. Archie no estaba (seguramente se fue a ver a Annie) y la tía Elroy nos acompañó a pasear cerca del lago. Albert no le había contado nada sobre Mae, pero ella de inmediato notó el interés de Albert y comentó que ya era hora de que sentara cabeza. Se me fue el ánimo al suelo.
Cuando nos fuimos de la mansión Andrew, le pedí a Albert que me llevara al zoológico. En el trayecto le pregunté si de verdad deseaba trabajar en el museo, y él me recordó que no le gustaban los animales disecados. Aún así, me molesta que por una sugerencia de Mae el esté pensando en cambiar de oficio y desafiar a la tía Elroy. Una vez en el zoológico recordé que la última vez nos habíamos topado con Mae. No era el sitio ideal para tomar al toro por los cuernos y hablar de mis sentimientos. Lo peor fue que Albert se dió cuenta de mi nerviosismo y quiso animarme a hablar. Por un momento pensé que él ya se había dado cuenta de lo que siento por él, pues me tomó por los hombros y dijo saber lo que me ocurría... que yo estaba enamorada... pensé que me besaría de nuevo, pero en vez de ello me preguntó si mi amor era por James Cuthbert. Se me subió la sangre a la cabeza y le grité no sé qué cosas sobre lo poco que me conoce y que sólo se imagina lo que le conviene. Y sin pensar, salí corriendo. Albert, por supuesto, corrió tras de mí y me asió de la manó. Pensé que iba a gritarme, pero en vez de ello me hablaba con mucha dulzura, pidiéndome perdón, con lo cual yo me sentí todavía más culpable. Empecé a llorar. Yo, que unos segundos antes estuve a punto de confesarle mi amor, ahora estaba hecha un mar de lágrimas. Me disculpé por mi reacción y le pedí que nos fuéramos.
Estuve llorando de rabia todo el camino. ¿Qué me ocurre? ¿Y qué le ocurre a Albert? Se despidió de mi reiterándome su amistad, sin saber que sus palabras me herían. Al llegar a casa saqué la carta que él me escribió diciendo que me amaba y la leí entera de nuevo. ¿Por qué insiste en engancharme al pesado de James y subrayar que sólo somos amigos? Ahora recuerdo que también me dijo, cuando creía adivinarme el pensamiento, que yo no debía tener miedo de lastimarlo... Si alguna vez me amó, creo que ya se ha recuperado.
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