El almuerzo se me hizo insoportable, y me dejó de tan mal humor que ni siquiera terminé de describir mi día al lado de Annie. Menos mal que vine a casa de Annie y que el pesado de James no insistió en acompañarme. Albert y Mae vinieron conmigo, pero en el trayecto apenas me dirigieron la palabra. Si bien no tenía ningunas ganas de conversar con Albert en ese momento, me sentí decepcionada una vez más. Era claro que Albert estaba demasiado entretenido conversando con Mae como para importarle si me quedaba con ellos o no... ¡o si otro hombre me coqueteaba!
El alma se me fue al piso pero pronto recobré algo de ánimo: en lo de los Brighten me recibió el padre de Annie, tan cariñoso conmigo como siempre. En momentos como ése, extraño el no tener un padre y entiendo un poco mejor a Annie y su miedo -infundado, creo yo- de
defraudarlos. Patty no estaba, pero Annie estaba tan linda como siempre, fresca como una lechuga, con una alegría de verme que me devolvió el
alma al cuerpo... Sugirió que fuéramos de compras. No estaba muy de ánimo para eso, pero no quise desilusionar a Annie,
menos que menos cuando noté que lo que realmente quería era que me probara varios vestidos y colores para ayudarme a encontrar ropa que me favorezca más. Obviamente se tomó muy en serio mi carta anterior. Una vez en su casa buscó entre su guardarropa los modelos
más parecidos a los que mejor me sentaban y casi a la fuerza me hizo vestir unos cuantos, a los que les fue haciendo algunas modificaciones.
Annie siempre ha tenido muy buen gusto, pero no sabía que tuviera talento para modista. Después de tantas pruebas de vestidos y de unos
cuantos pinchazos de alfiler le dije que estaba agotada y que tenía hambre. Y luego de una deliciosa cena, nos quedamos conversando en su cuarto. Fue entonces que Annie comenzó a preguntarme sobre Albert y la puse al tanto de lo ocurrido durante el almuerzo... Le conté de Mae, de cómo cuando están juntos ellos hablan sin parar, como si no existiera nadie más en el mundo... le conté también de cómo me enfurece que le haga las cosas tan fáciles al tonto ese de Cuthbert.
Annie escuchaba atentamente, y yo, tan poco acostumbrada a compartir mis más profundos sentimientos, me sentí a la vez tan triste y también tan agradecida y aliviada por poder desahogarme con ella, que casi me pongo a llorar. Annie se dio cuenta y trató de animarme. Me insistió en la necesidad de hablar más con Albert, de no sacar conclusiones precipitadas con respecto a su vinculo actual con Mae, porque, según ella, el que se lleven tan bien no necesariamente quiere decir que estén enamorados.
Entonces fue ella quien se puso muy sensible y casi llorando, me pidió que no cometiera los mismos errores que ella había cometido... Tuvimos una hermosa conversación, ¡Annie ha cambiado tanto en estos últimos tiempos!... pero se me cierran los ojos... escribiré más tarde sobre ello.
Contribuído por Elena
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