domingo, febrero 18

Soy una chiquilla

Me he sentido muy mal últimamente por mi comportamiento en Chicago. No hay nada que justifique mi estúpida, infantil, inmadura e irracional reacción. Todavía me siento insegura y celosa, pero también avergonzada y preocupada... preocupada porque creo que si ya mi tonta carta del otro día era como para que Albert se entristeciera y me considerara injusta, mi comportamiento de ayer lo debe haber decepcionado de mí aún más.

Sé que nos perdonamos por nuestras respectivas estupideces cuando todo ese lío de las cartas. Pero he metido la pata otra vez. No tenía motivos para mostrarme tan grosera con su amiga, y menos que menos para casi gritarle que se callara y me dejara en paz, que me tenían harta sus historias...

Me cansé de llorar y llorar y llorar. Solo quiero olvidarme de todo esto. Hacer de cuenta que no pasó nada, dejar que pase el tiempo, esperar que él olvide lo que pasó o que de alguna manera todo este problemón se resuelva. Pero entonces me viene a la cabeza Mae, y me parece que no debo perder más tiempo, pues su presencia hará imposible que él piense mucho en mí o me extrañe... es más, Mae lo alejará aún más de mí, estoy segura.

Por más rabia que me dé reconocerlo, es lo más lógico del mundo que Albert en algún momento se haya fijado en Mae como mujer. Si es que no la sigue viendo así. Aghhhh. En realidad lo que no es tan lógico es que se haya fijado en mí en algún momento. Mae es toda una mujer, yo, una chiquilla. Y ahora que ella está "ahí", cerca de él, con su insoportable simpatía y buen humor... y su belleza de mujer, no de niña... ¿cómo podría él no notar la diferencia entre nosotras? Con Mae al lado, yo desaparezco.

Lo peor es que no sólo es bonita. Es divertida, simpática, alegre, trabajadora y todas esas virtudes que Albert aprecia tanto. Se conocen bien, tienen historias en común, se aceptan tal como son. ¡Y de seguro se atraen mutuamente! Albert es taaaaan buen mozo. Por supuesto que Mae debe pensar lo mismo. Y cuando se encontraron y la vio con su elegante vestido, el propio Albert le dijo a Mae que se veía muy bonita.

Aggghhh.

¡Y claro que lo es! Pude notar que en la confitería más de uno de los jóvenes presentes, luego de que les llamara la atención su risa contagiosa, se le quedaban mirando embobecidos. Tiene una cara muy bonita. Tiene algunas pecas, como yo. Pero muchas menos, casi no se le notan y quién las notaría de todas maneras con esos rasgos tan bonitos. Su nariz es pequeña y recta... le da un perfil clásico, elegante... no el perfil de niñita que me da mi nariz respingada. Sus ojos son de un hermoso color miel y sumamente expresivos, con esas enormes pestañas oscuras que les
dan un aire misterioso.

Su cabello es abundante, luce sedoso con ese tono cobrizo. No parece una mata de pelo indomable semirecogido con unas cintas en algo que termina luciendo como coletas de niña, como en mi caso. Encima, con sus continuas risas, atrae atención hacia sus perfectamente formados labios y su brillante sonrisa. Yo en cambio tengo los labios un poco más finos y si bien me río mucho, mi risa es más escandalosa, menos cristalina que la suya.

Es más alta que yo. Al lado de Albert queda muy bien. Él es tan alto y juntos parecen una pareja hecha el uno para el otro. Es delgada. Bueno, yo también. Pero ella es delgada con curvas donde tiene que haberlas. Yo también tengo mis curvas, pero no soy tan exhuberante como ella y la ropa que uso no sirve en nada para realzar mis atributos.(¿¡Por qué nunca aprendía de Annie!? ella siempre me incentivó a ser más coqueta!)

Antes ni me fijaba en eso y si me fijaba, no me importaba. Pero ahora me miro al espejo y me veo flacucha, mi busto de golpe se me hace pequeño y se me hace que mis caderas no son lo suficientemente anchas como para realzar mi pequeña cintura. La mayoría de los hombres debe pensar que soy una chiquilla.

¡Y yo que me ofendí aquella vez con el frutero que me trató de "señora" mientras Albert a lo lejos oía, cuando fui al mercado por frutas! Me hizo sentir una vieja! y sin embargo, qué daría hoy por que alguien me viera y tratara realmente como una mujer!

¿Cómo competir con la belleza y encanto de Mae? ¡Ja! Llevo todas las de perder.

¡Ya no quiero que me vean como a una jovencita! ¡No quiero sentirme tan chiquilla al lado de alguien como Mae! ¡No! Será por orgullo y vanidad más que por otra cosa, ¡pero no quiero!

Tengo que visitar a Annie y de alguna manera pedirle que me ayude a pulir mi aspecto, a verme un poco más adulta. Aunque seguramente ya sea tarde para que Albert lo note, menos que menos con Mae al lado!

Por primera vez en mi vida me siento insegura y sin saber qué hacer. Deseo hablar con Annie, contarle todo y pedirle su consejo. Ella fue muy valiente al confesar su amor por Archie. ¿Por qué no puedo hacer lo mismo con Albert? ¡Quiero gritar de rabia! ¿Pero a quién y por qué? ¿Gritarle a Albert o a mí misma? ¿O a Mae?

Por Elena

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